lunes, 31 de octubre de 2016

Nuevo desperdicio.

Todavía recordaba con desdén el día aciago en el que dejé de perderme en el bello azul marino de tus ojos, y el dulce aroma de tu pelo dejó de atraerme como las notas del flautista llevaban a los niños lejos de Hamelín. Aquel golpe fue un duro epílogo a la primer tomo de la historia de mi vida. Todo se oscureció y por momentos tropezaba y caía hacia el fondo del pozo de mi desesperación, donde solo el eco respondía mis gritos sordos y mis póstumas lágrimas.
Nada ha sido fácil desde que te fuiste. Ni levantarme cada mañana, recordando tu perfecta silueta al otro lado de mi cama, ni volver a dormir, sin poder probar el néctar de tus hermosos labios.
Sin embargo, esto no deja de ser un réquiem y un pequeño brindis a lo que una vez fui. No he vuelto a la normalidad; cada día dudo más que eso exista. Aún así, cuando me levanto, siento una pulsión, algo por lo que comenzar el día y no seguir abrazando la sombra de lo que pasó entre nosotros dos. Mis lágrimas solo resbalan por mi mejilla cuando mis risas dejan de ser suficiente prueba de mi felicidad, y ya no me saben amargas.
Y es que volví a perderme, pero no en mis demonios, sino en otros preciosos ojos que me deslumbran. Mis sonrisas dejaron de ser de cortesía, y me volvió a ser inevitable sonreír ante la suerte de conocer a esa persona que es mi pequeño paraíso.
No pretendo dar envidia, ni mucho menos creo que deba darla. Sé que ella no me querrá como yo la quiero, y que de nuevo todo explotará en mi cara como ya ocurrió una vez. Volveré a llorar, inevitablemente, solo es cuestión de tiempo. Y en algún momento, volveré a ver esas fotos antiguas que hoy guardo en el último cajón. Te veré, y reiré, mientras mi nostalgia se apodera de mí y pienso en lo bonito que fue, pudo haber sido y al mismo tiempo no fue.
Así que levanto la copa, esta vez para brindar, y no para arrojarla con fuerza e impotencia al suelo de mi habitación, como en esos primeros días donde fingí no añorar tu esbelta figura. Brindo, porque vuelvo a amar, vuelvo a tener esa esperanza efímera que perdí y tanto echaba de menos. Y aunque vuelva a recuperarlo todo, me pregunte cómo pude desperdiciar parte de mi vida contigo, y por momentos olvide lo que pasó, no te preocupes, porque nunca dejarás de ser mi mejor pérdida de tiempo.

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